El himno de Julieta Venegas, “Andar conmigo”, resuena al pensar en Cruz Azul: una Cementera sin cimientos. Este club que alguna vez fue sinónimo de gloria, pero que ahora enfrenta un desmoronamiento preocupante. La falta de claridad en su rumbo institucional y deportivo refleja una profunda crisis que afecta desde su identidad hasta su desempeño. La incertidumbre no solo está en la cancha, sino también en las oficinas, en la relación con la afición y en los proyectos futuros. Todo parece indicar que, sin un cambio drástico, este gigante seguirá desmoronándose.
¿Qué Está Pasando con Cruz Azul?
Cruz Azul, conocido como “la cementera”, atraviesa una crisis que va más allá del terreno de juego. Actualmente, el equipo no tiene un estadio propio y juega en el Estadio Olímpico Universitario (CU), un espacio que, para colmo, rara vez logran llenar. Esto evidencia una desconexión evidente entre el club y su afición. Cruz Azul: una Cementera sin cimientos enfrenta una falta de proyectos sólidos y estratégicos. Esto ha llevado al club a depender de fichajes millonarios, como Luka Romero, quien llegó con grandes expectativas, pero rápidamente mostró señales de descontento.
El reciente arresto de Billy Álvarez, expresidente de la cooperativa Cruz Azul, solo agrava esta situación. Estuvo prófugo durante años por acusaciones de lavado de dinero y delincuencia organizada, manchando su gestión con un legado de corrupción que debilitó a la institución. De modo que, con el club enfrentando problemas administrativos y deportivos, su caída parece un caso de libro sobre cómo la falta de liderazgo y transparencia pueden destruir un proyecto.
Para colmo, el técnico Martín Anselmi, quien recientemente rompió el récord de más puntos en la Liga MX, decidió abandonar el equipo. Su partida no es casualidad: ahora tendrá la oportunidad de dirigir en la Champions League y competir en el tan aclamado Mundial de Clubes de este año. Sin embargo, su salida deja al equipo sin la ansiada décima estrella, un título que la afición lleva años esperando en medio de promesas incumplidas y decepciones.
El cajero de la liga MX
La situación de los jugadores mexicanos en Europa contrasta fuertemente con los salarios que ofrecen los clubes de la Liga MX. De acuerdo con el portal Salary Sport (2023), Santiago Giménez, estrella del Feyenoord, gana 1.7 millones de dólares al año, mientras que Edson Álvarez, recién fichado por el West Ham, percibe 1.4 millones. Estas cifras son significativamente más bajas que los salarios ofrecidos en la Liga MX, donde jugadores y técnicos encuentran contratos millonarios con menor exigencia. Incluso Guillermo Ochoa, quien fue a Portugal con el AVS ganando 450 mil. euros al año, dejó América, donde recibía 4 millones de dólares, para seguir su carrera en Europa, buscando desafíos mayores. Este sacrificio refleja la mentalidad necesaria para formar una mejor selección mexicana.
Por otro lado, la Liga MX se ha convertido en el paraíso financiero para jugadores extranjeros. James Rodríguez, por ejemplo, gana 5 millones de dólares anuales en el fútbol mexicano, superando los 3 millones que percibía en el Rayo Vallecano. Otros jugadores como Diego Laínez, Tecatito Corona y Sergio Canales también han visto un aumento considerable en sus ingresos al llegar al fútbol mexicano, con salarios mucho más altos que los que ganaban en Europa. Sin embargo, estos fichajes no elevan el nivel competitivo de la liga, sino que responden a una estrategia económica más que deportiva.
La Liga MX, lejos de ser una plataforma de excelencia, se ha convertido en una fuente de ingresos para figuras que buscan estabilidad económica sin mayores retos. Si bien cada jugador tiene derecho a priorizar su bienestar, es ingenuo pensar que vienen a “reforzar” equipos cuando su verdadero objetivo es retirarse cómodamente. Esto perpetúa una cultura de mediocridad en el fútbol mexicano, disfrazada de grandes contrataciones.
La Mediocridad de la Liga MX
La Liga MX se ha convertido en un refugio para jugadores y técnicos que ven al fútbol mexicano como un trampolín hacia Europa o como un retiro dorado. Esta situación refleja la corrupción y los intereses políticos que han plagado el deporte durante décadas. Ejemplos como la serie Club de Cuervos retratan la realidad del fútbol mexicano: compra de plazas, amaños de resultados y decisiones más enfocadas en intereses económicos que en la competencia deportiva.
Martín Anselmi es un ejemplo claro de cómo la Liga MX se usa como plataforma para proyectos más ambiciosos. Tras ser campeón con Independiente del Valle en Ecuador, llegó al Cruz Azul con promesas de grandeza, pero ahora se marcha dejando al equipo sin la décima estrella y sin rumbo claro. Su destino en Europa, donde dirigirá en la Champions League y el Mundial de Clubes, demuestra que la Liga MX no es un fin, sino un medio.
Esta falta de seriedad y meritocracia ha creado una liga cómoda, donde el conformismo reina. Jugadores y técnicos que podrían competir en ligas europeas prefieren quedarse en México, atraídos por salarios desproporcionados en un entorno que exige poco. Muchos no quieren arriesgarse a salir de su zona de confort, reflejando una mentalidad conformista que no solo afecta al fútbol, sino que es un espejo de nuestra sociedad.
Claro, muchos celebran la llegada de jugadores como Dani Alves o James Rodríguez en los últimos años de sus carreras, gastando millones en figuras que vienen a disfrutar de una jubilación dorada más que a competir. Pero en cuanto a los jugadores locales con verdadero potencial, quedan estancados. Esto perpetúa un círculo vicioso de mediocridad que, aunque doloroso, sigue siendo responsabilidad de la afición. Al consumir y aplaudir este fútbol, legitimamos las malas prácticas y la corrupción.