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¿Celebrar o conmemorar el Día de la Raza en México?

Lucha-indígena

Han pasado más de cinco siglos desde el “encuentro entre dos mundos” que supuso el descubrimiento de América por Cristóbal Colón. Desde entonces, el 12 de octubre, se ha consagrado como el día en que se hace memoria al nacimiento del mestizaje que tanto ha caracterizado nuestro país. No obstante, debido a las cicatrices que dejó tal suceso histórico, a través de los años ha surgido un debate en torno a si debemos o no celebrar el Día de la Raza.  

Este día también conocido Día de la resistencia indígena, en efecto, pretende hacer cierta “reivindicación” a lo indígena y lo mestizo de nuestra cultura.  Resaltando así los elementos indígenas aceptados por la sociedad, sin realmente mostrar el otro lado de la moneda que no es tan agradable de mencionar. Por lo que, ante esta mojigatería, entonces ¿Cómo siquiera podemos hablar del célebre “Día de la diversidad cultural”, cuando la cultura dominante cada vez más absorbe y desvanece cualquier tipo de manifestación cultural que no sea la normativa? 

Historia que aún se siente, que aún se lucha…

En primer lugar, la raza llegó a surgir como un elemento de identidad que alguna vez sirvió para clasificar de manera inexacta a las poblaciones. No obstante, lo que supuestamente empezó como una propuesta de conciliación de razas en favor de la aceptación a la diversidad cultural, con el tiempo se fue trastornándose en un elemento de discriminación. Esto se debe a que al ser una cultura en particular la dominante en el territorio, en consecuencia, la noción de raza se deformó como una carácter peyorativo para marcar las diferencias culturales y con ello la brecha de desigualdad social.

De esta forma, lo indígena ciertamente es un elemento indispensable de nuestra cultura mestiza de la que el nacionalismo está orgulloso, pero que en tanto las comunidades indígenas como una entidad viva, en realidad ha tenido que luchar por su existencia en medio de numerosas injusticias sistemáticas. Es decir, lo peligroso del Día de la Raza como un día de celebración es cuando el orgullo patriótico “maquilla” la violencia colonial, relegando en segundo plano toda una historia llena de victorias sí, pero, sobre todo, de pérdida. 

Después de todo, tal como lo hicieron nuestros antepasados hace siglos, los pueblos indígenas se siguen resistiendo a una cultura dominante que va disipando elementos de su identidad indígena, como sus lenguas, sus tierras, los recursos de la tierra, etc. Así que, mientras las maestras están preocupadas confeccionando los bonitos disfraces de indígenas para sus estudiantes, en las periferias las verdaderas comunidades indígenas apenas están apenas sobreviviendo sin acceso a la educación, siendo explotados laboralmente o siendo víctimas de violencia racial.  

Hacer memoria para no olvidar lo que realmente importa

Es por ello, que el Día de la Raza no será un evento de celebración a nuestros rasgos indígenas, hasta que realmente lo indígena tenga un lugar en nuestro país. Esto quiere decir, hasta que se cumpla la sostenibilidad de sus comunidades, la erradicación de la violencia racista, hacer valer su voz y voto político en la toma de decisiones del país y todo lo que conlleva la defensa de sus derechos.

Ahora bien, esto no significa que el Día de la Raza  tampoco sea un día digno de memoria, ya que más allá de ser en una celebración superficial e hipócrita, tiene que convertirse en un día de conmemoración para impulsar la lucha de los derechos indígenas. Promoviendo así en este día un espacio de diálogo, reflexión y crítica que nos permita repensar lo indígena en nuestra cultura y, especialmente, valorar lo indígena como una entidad cultural viva en sí misma. 

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