Nuestra vida está rodeada de influencias. La ropa super trendy que compramos porque la vimos en un post de Instagram y nos derretimos. El nuevo café para ir a chismear con nuestros amigos que descubrimos en un Tik Tok. La película buenísima en Netflix que nos recomendó nuestro blog de cine favorito. Las conversaciones que tenemos con nuestros papás sobre los tweets que leímos el día anterior. Incluso, las ideologías con las que más comulgamos. Sobre todo, en las últimas décadas, existe una enorme repercusión de los principales influencers en nuestras vidas como jóvenes.
Como siempre que se habla de influencers, viene la cantaleta eterna. La que nos repiten nuestros papás, nuestros tíos, nuestras abuelas. Que son personas superficiales. Que por qué estamos todo el tiempo en nuestros teléfonos escuchando a desconocidos. Un montón de desempleados con la prepa trunca. Lo único que les importa es tener visitas y ganar dinero. Nosotros los jóvenes solamente vivimos el mundo desde nuestros teléfonos. Y además, hacemos famoso a cualquier tonto. Sí, los influencers tienen una enorme repercusión (a veces muy negativa) en los jóvenes, pero ¿realmente es tan simple en debate? ¿neta podemos reducirlo simplemente a son malos o no deberíamos escucharlos?
Por una parte, quizás nuestros familiares de otras generaciones tienen razón. A diferencia de otros medios de comunicación de su época, la mayoría de las redes sociales no tiene un filtro muy específico en cuanto a la calidad o veracidad de sus contenidos. Así, prácticamente cualquier persona puede subir lo que quiera sin que esto necesariamente sea veraz o de calidad. Y eso es extremadamente peligroso.
Nos encontramos, de repente, con un ejército de niños en la pubertad defendiendo los comentarios homofóbicos de Dross. O, en su momento, con niñas pidiendo que sacaran a la youtuber Yosstop de la cárcel tras ser apresada por difundir pornografía infantil. En casos más preocupante, de repente hallamos a un ejército de adolescentes adoptando los valores de una masculinidad extremadamente tóxica, pues siguen los consejos de Andrew Tate. O, como todos hacemos en nuestro día a día, a gente corriendo a llenar su clóset de la ropa altamente nociva para el medio ambiente de Shein. ¿Por qué? porque lo recomendó su fashion instagrammer de confianza.
Sin embargo, también existe otra cara en la moneda de los influencers. No todos son seres humanos detestables, propagandistas del odio o criminales. De hecho, una gran parte de ellos cuentan con proyectos y contenidos que pueden aportar enormemente a nuestras vidas y nuestro conocimiento. Como Abrazo Grupal, página de Instagram fundada por dos influencers que responden a preguntas sobre la comunidad LGBT+. O como Farid Dieck, quien por medio del cine y la poesía busca visibilizar diversas problemáticas y hablar sobre la salud mental.
Tenemos casos como el de Nath Campos o Esmeralda Soto, quienes por medio del humor o los vlogs han visibilizado importantes temas del feminismo. Incluso, casos como el de booktube, donde personas como Claudia Ramírez o Alberto Villarreal recomiendan distintas lecturas y contenidos a sus seguidores. Personas con contenido de calidad, comprometidas con causas sociales, que aportan a las vidas de su audiencia y buscan transformar la realidad por medio de lo digital.
Los influencers son un arma de doble filo. Como lo es la tele, las series y las revistas. Como en su momento lo fue el radio. ¡Hasta el chisme que tenemos con nuestras amistades es un arma de doble filo! Es evidente que, si no tenemos un pensamiento crítico o capacidad de reflexionar sobre la información que recibimos, cualquier medio es peligroso. Por eso, es importante que nos encontremos alerta a todo aquello que vemos en redes o en nuestras pantallas. Ser cuidadosos con la información que recibimos y cuestionar de dónde viene. Verificarla en distintas fuentes (sí, como en la escuela) y no creerle a alguien solo porque habla con confianza y tiene transiciones lindas en sus tik toks. La invitación no es tan sencilla, pero nos ayudará muchísimo: cuestionemos todo lo que nos llegue.
Entonces, ¿influencers? ¿buenos? ¿malos? De los dos. Es nuestra responsabilidad determinar qué respuesta daremos y a quiénes decidimos consumir. Sí, los influencers tienen una enorme repercusión en nosotros los jóvenes. Pero somos nosotros quienes decidimos quiénes repercuten, qué tanto lo hacen, cómo lo hacen y, sobre todo, si lo vamos a permitir o no.